La Orquesta Sinfónica de Galicia, dirigida por Michal Nezterowicz, ha celebrado dos conciertos esta semana, el jueves en el Teatro Jofre de Ferrol y el viernes en el concierto de abono del Palacio de la Ópera de A Coruña. En sus atriles, dos obras concertantes para violín –Poème, op 25 de Ernest Chausson, y Tzigane, rapsodia de concierto para violín y orquesta, de Maurice Ravel-, en las que la orquesta gallega acompañó a Nemanja Radulović (Serbia, 1985); el estreno absoluto de Desde el fondo del espejo, de Xavier Pagès y Corella -obra ganadora del Premio de Composición Andrés Gaos de la Deputación da Coruña-, y lasVariaciones Enigma, op. 36 de Edward Elgar.
El programa –que, por su extensión, pudo recordar a algunos los tiempos de la anterior dirección artística- pasó como en un abrir y cerrar de ojos por obra y gracia de Radulović . De los serenos acordes orquestales que dan inicio a Poème y precedido por los breves y muy acertados solos de oboe y flauta, surgieron los primeros temas del violín solista con una hermosa quietud. El vigor interpretativo del serbio convirtió su final en pasión apenas sostenida.
Radulović dio rienda suelta a su carácter en Tzigane, esa especie decadenza final de concierto, a la que imprimió desde su comienzo toda la fuerza étnica de unas notas que recorren la partitura raveliana como las células sanguíneas lo hacen por las arterias de un organismo, oxigenando y vivificando todos sus tejidos. Lo hizo con la facilidad de una técnica prodigiosa, sí, pero sobre todo con la naturalidad de quien siente esa música como algo consustancial a su propio ser y sentir.